Mi nombre es Vázquez

Vázquez,  había caminado por una línea delgada durante gran parte de su vida. De las calles polvorientas de su barrio a las aulas de la academia policial, su trayectoria había sido marcada por la búsqueda de justicia. Durante sus primeros años sirvió como policía en Nebraska. 


Luego vino el FBI, una inmersión profunda en el mundo subterráneo de la política radical, donde había fingido ser uno de ellos, un comunista convencido, mientras informaba a sus superiores sobre cada conspiración, cada reunión clandestina.




Ahora, Honduras, 1986, era un nuevo tablero de juego. La CIA lo había reclutado para luchar contra los movimientos guerrilleros que azotaban la región. Vázquez era un peón en un juego mucho más grande, pero era un peón que conocía las reglas. Sabía el sabor amargo de la traición, el peso de las mentiras y la soledad de un hombre que no podía confiar en nadie.

En una noche húmeda, bajo la luz parpadeante de un farol, Vázquez se reunió con un contacto en un pequeño café de Tegucigalpa. El informante, un ex guerrillero desilusionado, le habló de un nuevo plan, una operación de gran envergadura que podría cambiar el curso de la guerra. Vázquez anotó cada detalle, su mano temblando ligeramente mientras intentaba mantener la calma.

De vuelta en su apartamento, Vázquez encendió la radio. Las noticias hablaban de enfrentamientos entre la guerrilla y el gobierno.  Era un mundo de sombras, donde la verdad era escurridiza y la lealtad era un lujo que pocos podían permitirse.

Esa noche Vázquez se miró en el espejo. Los años habían dejado su huella en su rostro, surcando líneas profundas en su frente. Sus ojos, antes llenos de esperanza, ahora eran oscuros y cansados.

 Se preguntaba si alguna vez volvería a ser el hombre que había sido, el policía que creía en la justicia, el agente del FBI que había luchado por su país.

La respuesta, claro está, era un rotundo no. Vázquez era ahora un hombre atrapado en un laberinto de lealtad, un soldado en una guerra que no había elegido. Y aunque a veces anhelaba la simplicidad de sus primeros años, sabía que no había vuelta atrás.
----------------------------------------------------




Comentarios